Sprint
Muchos dicen que emprender es como tener un bebé.
Le llaman “bebé” a su emprendimiento, lo nutren como a un bebé, lo cuidan, lo quieren ver crecer y que salga adelante.
Entiendo que esto es una simple analogía (¿o es antología como decía Shakira? Ni idea), pero tenemos que empezar por cambiar la manera en la que pensamos los emprendedores.
El problema de este modo de ver las cosas es… que es totalmente falso.
Claro, a los bebés hay que nutrirlos y trabajar en ellos como a los negocios (en eso si se parecen), pero la diferencia es que a los bebés los tenemos que cuidar a toda costa, pase lo que pase y hagan lo que hagan… al final son tus hijos y por haber tomado la decisión de tenerlos instantáneamente cae en ti una obligación por sacarlos adelante.
Te arrepientas o no, te caiga bien tu bebé o no, lo más probable (y digo “lo más probable” porque entiendo que hay casos de todo tipo y en este blog no juzgamos) es que si tu mismo lo decidiste tener… tengas la obligación de cuidarlo 24/7.
La bronca aquí es que con los negocios no debería de pasar lo mismo, los negocios los tenemos que crecer y cuidar, pero no estamos atados a ningún tipo de obligación con ellos, a diferencia de los hijos, podemos cuidar a los negocios que nos convenga cuidar o que nos demuestren que al cuidarlos nos dan frutos (dinerillo).
Tú puedes decidir si seguir alimentando a un negocio o dejarlo morir, tú puedes decidir seguir echándole ganas a un nuevo emprendimiento o darte cuenta de que no vas a llegar a ningún lado, puedes dejarlo ir (como a tu pez beta que olvidaste alimentar en esas vacaciones).
Esa es la principal razón por la que digo que los emprendimientos no son como los bebés, son como las parejas.
Lo más probable (recuerden que uso esa palabra por inclusión y no juzgar) es que tu mismo hayas elegido a tu pareja, y que para llegar a una buena pareja con la que te sientes contento, hayas tenido que pasar por varias terribles experiencias (como tu ex la que se comía los mocos).
Exactamente así son los negocios, primero tu mismo eres el que tienes la iniciativa de comenzar uno, luego buscas entre varias opciones hasta encontrar la que más te llama la atención, al parecer todo va a salir bien (porque tu mismo elegiste a tu negocio/pareja) pero en realidad la mayoría de las veces no sucede y no funciona como esperabas.
¿Cuál es la buena noticia?
Que tanto en los negocios como en las parejas, puedes terminar la relación si no está funcionando, no tienes la obligación de seguir ahí si la estás pasando mal, no te enterques.
Otra gran noticia es que tanto en los negocios como en las parejas es que a lo mejor tu primer intento no funciona, pero te hace aprender y crecer un montón, todo para que en la segunda vez tengas más experiencia y más probabilidades de que funcione y salga adelante… pero si tampoco funciona, no te preocupes, algo aprendiste y puedes hacer tu tercer intento aún mejor.
No es como que alguien dice “ahh pues este hijo me salió medio mal, se volvió un asesino… pero al siguiente ya aprendí y no me vuelve a pasar” ahí no tienes mucha flexibilidad de echar a perder.
Pero, no todo es bonito si comparamos a los negocios con las parejas.
¿Cuál es la mala noticia?
Que, como le pasa a tu amiga el que sigue con el tóxico, puedes enamorarte de un negocio que no te da nada positivo y parece que estás cegado.
El negocio te sigue demostrando que no funciona, que no vale la pena… pero ahí sigues tú de enamorándote dándole todo y esperando que algún día cambien las cosas.
Así que, tampoco te enamores de tus negocios, entiendo que no es fácil, pero te tienes que mantener con la cabeza fría.
Si seguimos comparando a los negocios con los bebés, seguiremos teniendo miles de emprendedores fracasados con ideas malísimas y dando su vida porque salgan adelante, hay que ser mucho más crudos y sinceros… no todos pueden ser emprendedores y no todos los emprendimientos son buena idea (exacto, me refiero a tu idea de “como un Uber, pero solo de ______” rellene el espacio).
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